Brechas salariales por realizar la misma tarea, trabajo doméstico no pago, feminización de la pobreza, violencia de género, cosificación sexual de la mujer, abuso, acoso, trata de personas, discriminación, estereotipos, desigualdad, inequidad, etc, etc, etc. El debate está en plena agenda pública y en boca de todos. Hoy, afortunadamente, se reconoce que las mujeres se enfrentan a situaciones de inequidad de diversa índole que se remontan y perpetúan desde el origen de los tiempos perjudicando su desarrollo y el libre ejercicio de sus derechos. Sin embargo, no existe tanto consenso al momento de tomar decisiones acerca de cómo resolver la problemática.
Ante esta situación, desde hace tiempo en ZIGLA nos venimos enfrentando al desafío de incorporar nuevos enfoques y metodologías, que ayuden a disminuir estas inequidades de género. La inclusión del enfoque de género se presenta como una necesidad no sólo para evaluar programas de empoderamiento de la mujer, sino también como una mirada transversal e integral que pueda ser aplicada en la evaluación de cualquier programa social.
En este marco, existen dos conceptos que suelen utilizarse de forma indistinta y su diferenciación es importante para abordar la problemática: equidad de género e igualdad de género. De acuerdo con lo planteado por el Fondo Multilateral de Inversiones (FOMIN), la igualdad de género significa que mujeres y hombres tienen las mismas condiciones y oportunidades para ejercer sus derechos y alcanzar su potencial en términos sociales, económicos, políticos y culturales. La búsqueda de la igualdad requiere de acciones dirigidas a la equidad, lo cual implica la provisión y distribución de beneficios o recursos para reducir las brechas existentes, reconociendo asimismo que estas brechas pueden perjudicar tanto a mujeres como a hombres.
Fuente imagen: “Herramientas para la integración de género en proyectos del Fomin”
Esto implica que no basta con generar un acceso igualitario para mujeres y hombres, sino que los programas sociales deberían realizar acciones que promuevan la equidad. Para ello es necesario poder medir cuán equitativas son las acciones que realiza un programa social y conocer los resultados que estas acciones generan para las mujeres y la sociedad en su conjunto.
En este sentido, la incorporación del enfoque de género surge de esta necesidad y propone analizar el grado en que una intervención social ha generado beneficios en las mujeres o cambios en las relaciones de poder que promuevan el empoderamiento de mujeres. Si bien busca generar evidencia suficiente para la rendición de cuentas de una organización, el valor público de la incorporación del análisis de género en una evaluación radica en que promueve la inclusión en los programas o intervenciones sociales de medidas explícitas que:
iii) aseguren que los resultados del programa promuevan la equidad entre mujeres y hombres.
Ahora bien, ¿qué acciones concretas se incorporan en una evaluación con enfoque de género?
Para incorporar el enfoque de género en la evaluación, desde ZIGLA promovemos las condiciones adecuadas para evaluar la dimensión de género de forma transversal e integral, para ello contempla que, al menos, se tengan las siguientes consideraciones:
En suma, la propuesta supone la incorporación de esta lupa de género en las principales etapas y actividades de una evaluación. Si bien puede parecer complejo, apoyados en nuestra experiencia, la puesta en práctica de las acciones planteadas previamente es más simple de lo que parece. Podríamos decir que es algo tan sencillo (y tan difícil a la vez) como incorporar un hábito; en este caso, el hábito de tener siempre presente la dimensión de género al momento de medir y evaluar programas sociales. Creemos que en el corto plazo este hábito estará naturalizado. Hasta ese entonces, todo el esfuerzo habrá valido la pena.
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