La manera en que el capital se invierte está cambiando alrededor del mundo. Desde las últimas tres décadas, conceptos como los de Responsabilidad Social Empresaria (RSE), Inversión Socialmente Responsable, Empresas B y otras han tomado fuerza; se incorporaron a la jerga empresarial, a las legislaciones locales, y fueron utilizados por actores sociales para enfrentar algunos de los muchos problemas que afligen a nuestras sociedades: desigualdad, pobreza, falta de acceso a bienes y servicios básicos. Desde 2007, un nuevo fenómeno comenzó a consolidarse; es el de “Inversiones de Impacto”, que busca llenar la grieta entre la oferta de capital financiero y las demandas sociales, motorizando un nuevo tipo de coordinación entre ellos.

Los agentes involucrados en este movimiento son varios, desde ONG a emprendedores sociales, gobiernos, fondos de inversión, inversores individuales, y organismos multilaterales de crédito; actores que de otras maneras ya volcaban financiamiento a distintos proyectos sociales. No es un agente nuevo lo que introducen las Inversiones de Impacto, sino una conexión nueva entre dos esferas que se piensan por lo general separadas e irreconciliables: la de la rentabilidad financiera y la de la acción socio-ambiental. Se trata de construir mercados, empoderar productores, y encontrar nuevas vías de comercialización, de manera de tener un efecto positivo sobre las personas y el medioambiente, sacando provecho del incentivo económico como motor de la acción.

A partir de estas iniciativas, hasta pequeños inversores particulares podrían volcar sus ahorros a proyectos que ayudan a construir la sociedad justa en la que desean vivir y trabajar, en vez de alimentar el inagotable ciclo de la rentabilidad financiera lisa y llana. Estos proyectos no necesitan ser radicalmente innovadores; en Senegal, por ejemplo, La Laiterie du Berger es un negocio que ha conectado a pastores rurales, demasiado alejados de las ciudades para vender la leche que producen, con los consumidores que antes importaban leche en polvo desde Europa; apoyado por el fondo I&P, el negocio ha permitido a los pastores incrementar sus ingresos considerablemente. Este intercambio, que podría verse simplemente como un nuevo negocio de producción lechera sin más, es en su contexto de aplicación una forma de desarrollo social.

El ecosistema de inversión de impacto se compone de varios ejemplos como este, pero no por eso es pequeño. Según un informe de la Global Impact Investing Network (una organización dedicada a promover este tipo de inversiones), en 2015 los activos en la industria alcanzaban los 35 mil millones de dólares globales. La iniciativa de consolidar este fenómeno viene siendo empujada también por un grupo de trabajo internacional, el Global Social Impact Investment Steering Group.

Pero, ¿qué es exactamente la inversión de impacto? ¿Se diferencia realmente de otras formas de acción social, como la filantropía, la RSE, la de negocios “en la base de la pirámide”? Como todo movimiento reciente, está en proceso de construcción, todavía falto de una definición precisa. Los agentes involucrados, sin embargo, tienen una visión más o menos clara del asunto: las inversiones de impacto se plantean explícita e intencionalmente dos objetivos, rentabilidad financiera, e impacto socio-ambiental; y funcionan bajo el imperativo de la medición de resultados. Se distingue entonces de la RSE y de la filantropía, que dejan la rentabilidad financiera por completo de lado; y también de las inversiones en sustentabilidad, en las que las preocupaciones sobre la sociedad y medio-ambiente están supeditadas al objetivo de rentabilidad, y se limitan a serle funcionales.

Los inversores buscan usar su capital con vistas a ambos objetivos, financiero y socio-ambiental, y para eso entran en contacto con emprendedores sociales, empresas B y cooperativas, entre otros actores. Buscan una misión social clara, modelos de negocios robustos, escalabilidad, administración fuerte. Los instrumentos financieros por los que se conectan capital y actores sociales incluyen participación en patrimonio, deuda, bonos por rendimiento, y varias otras. Principalmente, el capital va a la agricultura, educación, e inclusión financiera. Gobiernos, organismos multilaterales y ONG también forman parte del esquema. En Sudamérica, sin ir más lejos, el Fondo Multilateral de Inversiones o FOMIN (del Banco Interamericano de Desarrollo) anunció recientemente una convocatoria para integrar un fondo de inversión de impacto que funcionará en Argentina, Uruguay, y Paraguay.

Un elemento que distingue a la inversión de impacto es la intencionalidad explícita de obtener resultados sociales y medioambientales que sean medibles. En América Latina, la medición ha sido uno de los principales desafíos señalados por las empresas encuestadas en un informe de agosto pasado por LAVCA, ANDE y LGT Ventures, junto a la ampliación de la oferta de capital y la escalabilidad de los proyectos. De los encuestados en este informe, un 65% dijo usar métodos de medición no estandarizados; sin embargo, esto permitiría homogeneizar las medidas de impacto en los portafolios de inversores, mostrar más eficazmente los resultados alcanzados y, por lo tanto, atraer más capital.

Homogeneizar las herramientas de medición y volverlas claras sería un logro importante para este fenómeno; en tanto garantizaría que el impacto socio-ambiental sea efectivamente relevante para las personas involucradas, y que no sea solo una manera de publicitar fondos de inversión socialmente intrascendentes. Al fin y al cabo, para que este modelo sea exitoso, el objetivo financiero y social deben potenciarse, y no funcionar simplemente uno al servicio del otro.

Es justamente porque el objetivo social se establece como principio, no subordinado, sino a la par del beneficio financiero, que la rendición de cuentas se vuelve un elemento absolutamente fundamental. De esta necesidad de garantizar que el capital invertido cumpla con los objetivos planteados, surge el imperativo de la medición de impacto. Para que esta alianza entre el capital financiero y los actores de la sociedad civil sea fructífera, entonces, será fundamental contar con un marco de análisis y medición de impacto relativamente homogéneo, que pruebe que este tipo de inversiones pueden ser de hecho valiosas para la sociedad en conjunto, escalando desde casos de éxito particulares, a un fenómeno social que desafíe el desinterés dominante hacia las consecuencias del lucro liso y llano.

Enlaces mencionados en esta nota:

Informe de la Global Impact Investing Network

Web de Global Social Impact Investment Steering Group

Web de Investisseurs & Partenaires

Informe elaborado por LAVCA, ANDE y LGT Ventures: The Impact Investing Landscape in Latin America (en inglés)